Una Lagrima
Sólo una lágrima.
Bizarra y sola.
Abanderada del escozor de la renuncia.
Portadora del dolor de la derrota.
Una sola, que, ni tan siquiera necesitó
pañuelo que la enjugase,
pues, de inmediato fue absorbida por
la esperanza flagelada y rota.
Una sola, parsimoniosa y silente;
como el adiós que pronuncia el alma.
Una sola, precursora del inmenso vacío que,
someterse al desamor provoca.